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Día Internacional de las Víctimas del Holocausto

Escrito por Liberación 2000. Posteado en El Blog de Carmen

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Hoy se conmemora el Día Internacional de las Víctimas del Holocausto.

La ONU, a través de la Resolución 60/7 insta “a los Estados Miembros a que elaboren programas educativos que inculquen a las futuras generaciones las enseñanzas del Holocausto con el fin de ayudar a prevenir actos de genocidio en el futuro” y “rechaza toda negación, ya sea parcial o total, del Holocausto como hecho histórico”.

Este párrafo parece simple, pero es tremendamente importante, el problema es que yo no creo que se cumpla, ni siquiera aquellos que sufrieron dicha matanza, más de 6 millones de judíos, homosexuales, comunistas, gitanos, etc., etc.

La Resolución también “condena todas las manifestaciones de intolerancia religiosa, incitación, acoso o violencia contra personas o comunidades basadas en el origen étnico o las creencias religiosas, donde quiera que tengan lugar”.

Voy a intentar no meterme en estos temas, aunque sea difícil, y voy a contar mi experiencia en la visita de los campos de concentración.

Tengo que decir que todas las personas deberían de pasar por esta experiencia. Aunque es verdad que con tantas películas y libros tienes muy claro o te crees que tienes muy claro qué es lo que pasó: cómo vivieron, cómo pasaban los días o cómo murieron. Con esa idea fuimos mi hija y yo, pero la realidad es muy diferente cuando estás allí.

Era en agosto, pero hacía fresco, mucho fresco. La primera visita fue a Auschwitz, y lo primero que te encuentras es un cartel en la entrada que pone “Arbeit macht frei“, «el trabajo libera». Un escalofrío te entra por el cuerpo, y no es por el frío que empieza a hacer en esos terrenos. En esos momentos, y antes de entrar, ya hay gente del grupo que decide no seguir adelante, son incapaces de continuar con la visita, y acabábamos de empezar. Entramos, todos estamos sobrecogidos, callados, y nos llevan a los barracones. Mi guía era polaca-germánica, nos había llevado por todos los sitios con una marcha militar que nos dejaba a todos con la lengua afuera. A esta velocidad llegamos al barracón que te dejaban visitar. De repente, mi guía se calla, pienso que está esperando a que todos estemos en el mismo sitio, pero me equivoco, ya estamos todos dentro y mi guía sigue en silencio. Yo miro esos barracones y por mi cabeza pasan todas las imágenes que he podido ver en libros y en películas sobre cómo estaban aquí todos juntos. Pienso en la obra “La vida es Bella” y la fuerza que se tenía que tener para decir: “Buenos días, princesa”, o jugar con su hijo con este paisaje tan desolador.

Por fin, mi guía se despierta y con sus palabras se borran todas las imágenes vistas anteriormente y me centro en lo que estoy viviendo. El silencio que se había producido era para rezar por las almas que parecían que te rodeaban todavía, lo podía haber dicho antes, porque pensábamos que le había dado algún vahído. Seguimos con la visita, nos lleva a las letrinas, a las celdas, paseamos por unas cristaleras donde tienen zapatos, maletas, pelo de todas las personas que pasaron por allí. Impone y mucho. Y llegamos a los crematorios, nos explican que no entraban de uno en uno, que también les agrupaban, que tampoco estaban de todo muertos. Vemos la sala dónde les tiraban por el techo el gas. Impresionante. No hay palabras hay que verlo.

También estuvimos en Alemania, en el campo de concentración de Sachsenhausen. Los alemanes al no querer tener este recuerdo, lo tienen de diferente manera. Han dejado pocos restos de esa época,  hace poco fue Merkel a visitar uno de ellos y fue una de las primeras dirigentes alemanas en ir allí.

En este campo de concentración, en el que han dejado pocas cosas en pie, vimos lo que dejaron de los crematorios, donde les fusilaba, la sala de autopsias y pruebas médicas, que era lo que mejor estaba cuidado. Nos explicaron cómo les hacían las barbaridades y atrocidades con ellos. Recuerdo las letrinas, era imposible ninguna intimidad. Pero lo que más me impresionó fueron las celdas de castigo, después de una larga jornada de trabajo y castigos, les llevaban allí, fueran ancianos, niños, mujeres, daba igual. Pero había una celda en concreto, al final del pasillo que tenía una pequeña ventana arriba del todo, por el único sitio donde entraba algo de aire, era estrecha, quien estuviera allí no podía sentarse ni tumbarse, tenía que estar de pies e intentando respirar algo de aire después de unas jornadas horribles, y al día siguiente vuelta a empezar hasta que les llevara al crematorio.

Recuerdo mucho campo y mucho frío. Los pueblos de alrededor sabían cuando mataban a las personas por el horrible olor a carne quemada.

Allí, hacía más frío que en Polonia, y era agosto, me imaginaba en pleno diciembre… Cuando la liberación, el campo se lo quedaron los soviéticos e hicieron lo mismo con los nazis.

Es una visita muy interesante, la tengo en mi memoria. Quizás se me olviden los nombres, pero hay historias que no se me podrán olvidar nunca.

Al llegar a casa, nos pusimos otra vez todas esas películas, y os puedo decir que todo se ve de diferente manera, aunque parezca mentira.

En la “Lista de Schindler”, su director Steven Spielberg no pudo rodar en  Auschwitz, y creó un decorado en un lugar muy cercano, y no es de extrañar, si cuando yo he estado mis imágenes estaban en mi cabeza, ¿os imagináis a miles de actores vestidos, destrozados como en aquella época y reviviendo episodios? Mentalmente tienes que ser muy fuerte.

Lo malo de todo esto es que hoy en día sigue existiendo matanzas por razones de razas, ideologías, creencias, es decir, de la intolerancia, y como he dicho al principio incluso por los que han sufrido en sus propias carnes o en sus antepasados las mayores humillaciones posibles.

¿Por qué el ser humano olvida tan fácilmente sus sufrimientos?

Espero que, entre todos consigamos que no se llegue a lo que ha pasado y lo que está pasando en estos momentos. Hagamos de la tolerancia una religión sin fanáticos.

*Os recomiendo a todos éste viaje.

Carmen Ruiz Atienza

Imagen: Lugaresymomentos