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Miedo, mucho miedo

Escrito por Liberación 2000. Posteado en El Blog de Carmen

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Estamos en la semana más terrorífica del año, Halloween, aunque también celebramos el Día de todos los santos no solo en España sino también en todos los países hispano-hablantes. El año pasado ya hice una entrada de Halloween vs el Día de todos los santos, por lo que no hace falta ya insistir y que cada uno elija la fiesta que mejor le haga pasar este mal rato, porque ninguna de las dos fiestas es demasiado agradable, por mucho que se las quiera revestir de risas.

La entrada de hoy la voy a dedicar a los miedos en general y en particular los míos; pero no los miedos a la oscuridad, a los sustos, a las fobias, etc., sino los miedos a comenzar una nueva vida, a un nuevo proyecto, a una nueva decisión.

Aunque celebramos el día del miedo ahora, en este mes, si nos damos cuenta, a lo largo del año y de todas nuestra vida, nos estamos enfrentando a una cantidad inusitada de temores, los cuales día a día van a ir modelando nuestra personalidad, la forma de relacionarnos entre nosotros y nuestro futuro también.

Ahora queda muy bien decir la frase de “salir de tu zona de confort”, pero en realidad, ¿de qué se trata? ¿De superar miedos y temores? Pues sí. Es mucho más cómodo estar impasible y que los demás te solucionen la vida y, si es posible, además criticar a los demás y a sus decisiones. Lo difícil es dar el salto y tomar decisiones. Esto lo vemos mucho en el trabajo, ¿quién no tiene un compañero que prefiere que se le dé órdenes y cumplirlas con menor o mayor acierto que plantear ideas para que se produzcan los cambios?

Es mucho más fácil la crítica, el sacar punta a las decisiones de los demás y es más complicado hacer cambios aunque sean para mejorar.

Y esto influye luego en tu vida, en las relaciones de las personas, en las relaciones de tu compañero de vida, en toda tú.

Siempre he sido persona de tomar decisiones, algunas acertadas, otras muchas equivocadas, pero me he tirado a la piscina. No quiero insistir en la parte laboral, porque ya he hablado mucho del tema y seguro que lo volveré hacer.

Voy a ponerme en la parte sensitiva más emocional, más del corazón.

Si analizo el por qué estoy divorciada, llego a una clara definición de mí misma. No sirvo para llevar las zapatillas al hombre macho que viene del trabajo cansado, porque entre otras cosas yo siempre he trabajado y también el cansancio hace mella en mi cuerpo. No soy servicial, “lo que tú quieres, cariño”, “vemos el futbol si te apetece, mi amor”, “vete tesoro con tus amigos, que yo me quedo haciendo la casa, cuidando de la niña y preparando reuniones, amor de mi vida”. No, claramente no soy de ese tipo de mujeres. Tengo el recuerdo de una conocida que coincidimos en vacaciones en unos apartamentos. Claramente yo prefería ir a un hotel donde me dieran todo hecho en las vacaciones y no en un apartamento que tenía que cocinar, limpiar y lavar la ropa igual que en casa o peor, porque me faltaba de todo. El primer día te tienes que dar una paliza haciendo la compra, luego colocándola, luego limpiando porque soy asquerosamente escrupulosa, y al final del primer día, ya estaba deseando que se terminara las vacaciones. Pero cuando no hay dinero, vas a donde puedas, aunque algunas veces es mejor no ir a ningún sitio. Pues recuerdo a esta pareja lo feliz que estaban, siempre enamorados, y como ella me comentaba, cuando le decía la paliza que es estar en un apartamento, que estaba muy contenta, puesto que su marido le ayudaba muchísimo, por ejemplo, estoy haciendo la ensaladilla rusa para comer y me ha pelado las patatas. ¡Dios! Se me calló el alma a los pies, pero que mala persona era yo, porque yo quería más ayuda, y mejor aún, no quería ayuda, quería que todo se hiciera entre los dos sin tener que decirlo, que digo yo que la ropa había que lavarla, los platos fregarlos, cuidar de la niña, etc., etc.,

¿Y qué tiene que ver todo esto con el miedo? Pues que en el momento de tomar la decisión decisiva, te entra mucho miedo, crees que no vas a poder hacerlo hasta que se te abren los ojos y te das cuenta que lo llevas haciendo años. Pero el resultado es que ella sigue casada y yo divorciada, y además considero que las dos estamos muy felices por nuestros estados.

Yo tengo una compañero de trabajo que hablando de estos temas me dijo que las personas tenemos listones, algunos la raya la ponen abajo y otros arriba, ¡y qué verdad es!.

También tengo que decir que hacer unos días, en una reunión, se nos habló de que teníamos que ser valientes en este año, tengo que decir, que una cosa es ser valiente y otra ser un suicida. Pero no pude decir nada porque es difícil exponer todas tus opiniones, sobre todo si no te dejan.

Pero si analizamos nuestro día a día, vemos que hay personas que siempre estamos superando miedos y lo trasladamos luego a nuestras relaciones personales.

Sólo un dato más, yo cuando era pequeña (en edad que ya sé que en estatura lo sigo siendo) tenía miedo a la oscuridad, a la soledad, a los perros, a todos aquellos animales que no tienen patas, etc., etc. y ahora vivo sola, voy por la casa sin encender luces, he tenido perros, y a los otros animales los he visto muy de cerca, libres y en cautividad, pero tengo que declarar, que siguen sin gustarme.

Por todo esto y mucho más, ¡Feliz Halloween! Y ¡Feliz día de todos los santos! Y recordad, los miedos te acotan tu espacio.

Cómo tener cero clientes y no morir en el intento

Escrito por Liberación 2000. Posteado en El Blog de Carmen

Se buscan clientes

Nacex empezó su camino el 6 de Febrero de 1995. Somos pocas delegaciones, pero con mucha ilusión y unas ganas tremendas en que este proyecto salga adelante, sobre todo por el bien de mi misma (casa hipotecada de nuevo, sin otro trabajo, cambio de vida familiar, social, etc.).

Como ya dije en otra entrada del blog, yo era funcionaria de la Comunidad de Madrid. Durante los primeros meses intenté compaginar ambos trabajos, pero me di cuenta que Nacex absorbía todo el tiempo diurno y hasta nocturno. Decidí coger la excedencia como funcionaria. Esto suponía que en dos años no podía volver a la Comunidad de Madrid, por lo que tuve que tomar otra decisión importante en mi vida: dejar la tranquilidad que tenía en horarios, vacaciones y salario para arriesgarme en una empresa que no sabía el futuro que tendría.

Nos encontramos que el dinero que conseguimos por la segunda hipoteca de la vivienda se había ido gran parte en el alquiler de la nave para empezar: mobiliario, ordenadores, fax, fotocopiadoras, teléfonos, personal, etc., y con “Cero clientes”. Añadir que el dinero que nos quedaba sólo nos llegaría para tres meses. Después, no tendríamos nada, sólo deudas e ilusión, mezcladas con incertidumbre y miedo (por qué no decirlo).

Y empezamos el 6 de febrero, mirando el teléfono porque nadie llamaba. Había que salir a buscar a los clientes y que también empezaran a confiar en nosotros. Ninguna empresa nos conocía, habíamos nacido sin hacer mucho ruido, por lo tanto, cuando me presentaba a cualquier empresa tenía que repetir el nombre varias veces. No les sonaba, éramos nuevos.

Pero lo peor de todo no era que no conocieran nuestro nombre, era que no sabían cómo trabajábamos, y es lógico, no lo sabíamos ni nosotros, pero en esa época estábamos seguros que pondríamos todo de nuestra parte para que todo no saliera bien, sino estupendamente. Es increíble, pero al poner éstas palabras me encuentro que es lo mismo que actualmente hacemos.

Todas las personas que comenzamos en Nacex, teníamos y tenemos la misma filosofía de trabajo.

“El cliente tiene la preocupación de su envío sólo hasta el momento que nos hace entrega del mismo, en ese momento ya no tiene ninguna preocupación. Dicha responsabilidad pasa automáticamente a nosotros, y a partir de ese momento, hacemos lo que tengamos que hacer para que los envíos lleguen a donde les están esperando”. Es decir, nosotros estamos para aliviar problemas a los clientes.

Siempre luchamos por este fin, algunas veces (muy pocas) no se puede cumplir por problemas ajenos a nosotros, pero siempre estamos en continuo movimiento de mejora.

Al principio, lógicamente, la filosofía y la teoría la teníamos, pero lo que no teníamos era al cliente. Por lo tanto, había que hacer todo lo posible para convencerle de que nos diera por lo menos un solo envío. Se rogaba (literalmente, porfa, porfa…) para que nos dieran un envío y cuando se conseguía lo teníamos entre algodones. Si el cliente de esa época y el actual supieran lo que somos capaces de hacer con su envío para que todo llegue a su destino, se quedaría asombrado.

Cuando en un envío se produce algún contratiempo, parece que es un hijo en tú entrañas, se te encoge el estómago, sufres sudores y temblores de voz, síntomas de agonía, y sólo se termina cuando está el trabajo finalizado.

Al principio, debido a la incertidumbre, sufríamos con todos los envíos que habíamos conseguido realizar, puesto que eso significaba que ya teníamos un cliente.

Me acuerdo un caso en concreto: ya teníamos el primer cliente, nos probó, le gustamos y se dio cuenta que somos una empresa seria y empezó a confiar en nosotros. Tengo que decir que dicho cliente a día de hoy sigue trabajando con nosotros, por lo tanto, creo que antes y ahora le hemos demostrado de que piel estamos hechos. Pues como estaba contando, nos pide que entreguemos un concurso muy importante (todos los concursos son importantes pero éste parecía más todavía). Sin cortos ni perezosos, nosotros asumimos dicho reto, aún teniendo el cuerpo temblando y rezando a todos los dioses de todas las religiones, por si acaso. Pero llega la sorpresa, el concurso hay que presentarlo en París (La France). Había que hacerlo todo rápido, perfecto, el plazo de presentación era justo en el tiempo. No se podía encargar a nadie ésta responsabilidad.

Mi antiguo socio era el “comercial” el que cogía el maletín y se iba a buscar a los clientes y yo la parte “administrativa” de organización, control, etc.

Aunque los dos sabíamos hablar francés, se pensó que mejor que fuera yo a París a hacer dicha entrega. Nadie tuvo en cuenta el peso que tendría que llevar. Me encontré en el aeropuerto de Barajas y mi socio me trajo el concurso. Cuando vi la cantidad de papeles que había que presentar, me encontré sin fuerzas suficientes ni para facturarlo. En ese mismo momento hicimos el cambio. Es mi socio el que se dirigió a “la France” para presentar dicho concurso. Al final, todo salió perfectamente. Se hizo la entrega correspondiente y entró en plazo. Un gran éxito para el cliente, pero ¿qué significó para nosotros?:

  • Una gran satisfacción;
  • Un buenísimo aprendizaje;
  • Una toma de conciencia de que podíamos con todo lo que nos viniera en el futuro;
  • Nuestro primer ingreso económico, que era un punto importante;
  • Habíamos salido de nuestra “zona confort” temblando, y ahora, nos encontrábamos cómodos y con ganas de demostrar que “Aquí estamos, y somos solucionadores de angustias de los clientes”.

Carmen Ruiz Atienza