Historia de Halloween 1: El miedo en las venas

Escrito por Liberación 2000. Posteado en Noticias

Halloween1

Un día de noviembre, frío, lluvia, mucha lluvia. El agua resonaba en el techo de metal de la nave, el ruido era cada vez más fuerte. Carlos, mensajero de Liberación 2000, esperaba impaciente que se le diera trabajo. Como buen empleado y experto en tormentas sabía que ese día podía terminar en rayos y truenos, y prefería estar ya guarnecido en la plataforma y no en la carretera conduciendo. Efectivamente, en pocos segundos, la oscuridad se hizo patente, el granizo sonaba en el techo como meteoritos cayendo. Cuando la tensión del momento estaba al límite, ocurrió lo impensable: ¡se marchó la luz!

Todo estaba a oscuras, menos mal que habíamos hecho un pedido de linternas Nacex y todos nos pusimos a encenderlas. Como es nuestra obligación llamamos al CAF para notificar nuestra situación. Mientras esperábamos que todo se arreglara, Josito tuvo una genial idea: ¿por qué no nos ponemos las linternas en la cara y contamos una historia de miedo?

No nos dio tiempo a empezar, Carlos empezó a correr por la nave y se metió debajo de una mesa. ¿Qué había pasado? ¿Por qué un hombre que está fuerte y hace deporte se ha metido debajo de la mesa? ¿Es que hay algo que le pueda asustar? ¿Ha visto algo para que esté temblando?

Se empezaron a oír unos ruidos macabros, una respiración fuerte pero al mismo tiempo demasiado rápida. La oscuridad, el ruido en el tejado, hicieron que todos viéramos fantasmas en todos los lados. ¿Quién me ha rozado? ¿Qué es esa luz que se ve en el despacho?

Me acerqué a Carlos, le vi temblando, sudoroso, el pánico reflejado en su mirada. Me asusté, ¿qué podía haber pasado para que un grandullón estuviera en ese estado? No hay nada ni nadie que le asuste, pero esta vez era diferente. No articulaba palabra, solo señalaba a algo que parecía que se movía, porque sus dedos marcaban posiciones diferentes cada vez. Mi cabeza giraba al ritmo de sus dedos, parecía la niña del exorcista, cambiando de dirección de un lado a otro rápidamente, pero ¿qué puede estar viendo que se puede mover a tanta velocidad? Cuando miraba a un sitio, me señalaba otro. Y él seguía debajo de la mesa. Al final, pude comprobar el monstruo al que hacía referencia. Mientras que unos cogimos las telas que podíamos para lanzarlas contra el monstruo, otros fueron a por un spray de matar bichos. Entre todos lo conseguimos, el asesino, cruel, feo monstruo había sucumbido a nuestros expertos actos. Tembloroso todavía y dudando de que lo hubiéramos conseguido, salió de su escondite, comprobó que todo estaba bien, la luz se hizo de nuevo, y por arte de magia, dejó de llover y todos seguimos trabajando mucho más relajados y con el monstruo derrotado.

El abejorro terminó en la basura

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