Éste es Óscar, sin sitio y trabajando desde el móvil encima de una mesa. Una imagen que habla por sí sola.
Y de vuelta de las vacaciones. Maravillosas vacaciones. Este año decidí irme a unas vacaciones anti-estrés, anti-comida, relajación plena. 9 días en un balneario, donde todo es paz y tranquilidad, reflexionando mis errores y aciertos mirando los árboles y relajando los músculos nadando en el lago termal. ¡¡¡¡Ja, Ja, Ja!!! Risa irónica.
Cuando empecé las vacaciones un sábado ya tenía el estómago revuelto, no me marchaba tranquila, había una frase que me machacaba la cabeza una y otra vez. Todo comenzaba cuando unos días antes unos obreros que empezaban unas obras en el acceso de entrada en la nave de San Sebastián de los Reyes. En las reuniones que habíamos tenido en la comunidad de vecinos, siempre habíamos dicho que nosotros no podíamos estar sin trabajar ni un solo día y que, como mucho, podíamos estar unas horas sin salir de la nave como había ocurrido dos años antes. Pero unos días antes de empezar la obra, aparecieron los obreros diciendo que no podíamos estar dentro en ningún momento, lo cual, al final dijeron que ya nos dirían algo. Yo me marché de vacaciones ya intranquila, pensando que podía pasar algo especial. Y pasó. No voy a dar más explicaciones de la obra que espero que otros se ocupen de las consecuencias judiciales si las hubiera, porque quiero dedicar mi entrada a cómo el engranaje ante un desastre se puso en marcha y en poco tiempo todo estaba más o menos solucionado.
Y aquí empezamos el micro-cuento de la “Maquinaría invencible”, porque todo el personal empieza a organizar la desbandada que se va a producir el jueves
Cómo he dicho empiezo mis vacaciones un sábado, todavía no noto la paz del balneario porque he hecho el viaje en coche y llego un poco cansada. Es poco recorrido pero el suficiente para que mis piernas parecieran jamones hinchados y en los pies no se viera tobillo alguno. Era 9 días de tratamiento de adelgazamiento, debido a que no hay manera que baje los kilos que me sobran. Primera visita al médico en un estado de crisis que a mí me parecía el normal de mi vida. El hombre simpático él, dándome consejos para conseguir una relajación, porque a mí el estrés me engorda, no tengo la suerte de esas personas que los nervios se come la grasa, yo no, todo me lo quedo para mí. Además le comento al médico, tengo la mala suerte que tampoco me entra una infección intestinal para que me pasara lo que a mi comercial, una semana enfermo y 8 kilos menos, pues nada, estoy sana y salva del estómago y no tengo ningún problema. Lo dicho, egoísmo puro y no quiero soltar nada de nada, aunque sea grasa. El médico se ríe, me recomienda que me deje el móvil en la habitación, le contesto, con media sonrisa, no sólo he traidor el móvil sino también el ipad y he pedido el hotel que tiene wifi. Así no vamos bien, pero intentalo, me clava la mirada y hace un mohín como preguntándose qué estaba haciendo allí, yo también me preguntaba lo mismo. Me informa de las actividades que iba a tener y que ya había dado orden a la cocinera de la comida que me tenía que comer.
Por la hora que era, me despido del médico hasta la siguiente visita y me dirijo al comedor, para degustar mi primera comida. Ya me doy cuenta cual iba a ser mi futuro dentro de los 9 días de dieta. Dos canónigos mal contados y un tomate cherry cortado en dos partes, con un esparrago blanco partido en tres “hermosos” cachos. De segundo un pequeño filete de pollo creo, la verdad es que ya ni me acuerdo y no ha pasado ni quince días, pero todas las comidas y cenas, es para llorar. Me ponía mirando a la pared para intentar no ver lo que comían los demás, pero de todas las maneras me venía el olor. Me marchaba a mi habitación corriendo para no picar nada, porque además, siguiendo mi buena racha de suerte, empezaban las fiestas del pueblo, por lo tanto, no salía ni siquiera por el pueblo para no oler a fritura, churros y porras, ni tomarme ningún chupito. Castigada en mi habitación, pasando hambre no, lo siguiente. Y así paso el sábado y el domingo, y llega el maravilloso lunes, y con él llega el día de los problemas. Los obreros dicen que a partir del jueves nadie puede pasar porque empiezan las obras y aunque al principio comentaron que dejarían un paso para las personas, al final, nos dicen que durante varios días no pueden pasar ni coches ni peatones. Y aquí empezamos el micro-cuento de la “Maquinaría invencible”, porque todo el personal empieza a organizar la desbandada que se va a producir el jueves. Nadie se puede imaginar todo lo que provoca éste aparentemente cambio, pero todos nos ponemos en marcha, incluso yo de vacaciones, en la distancia, y muriéndome de hambre.
Los nueve escalones
- Lo primero es pensar dónde nos podemos ir, un sitio que no sea muy lejano tanto para nosotros como para los clientes que se acercan a las instalaciones. Llamamos a nuestros compañeros de Alcobendas (hace años Alcobendas y San Sebastián de los Reyes estábamos juntos y todos éramos 2801). Pero aunque somos “amigos”, teníamos que saber si tenían ordenadores libres. Gracias a Dios nos dejaron unos 5 ordenadores. Y como se acababan de trasladar de nave y ésta última era muy grande, no había problemas y teníamos sitio. Primer escalón superado.
- Lo siguiente fue preparar una carta a todos los clientes informando lo que nos estaba ocurriendo y lo que pasaría ese jueves. Tuvimos que dar tanto los fijos de la agencia 2831 como los móviles nuestros que tenemos para contingencias. La carta fue redactada y durante los 3 días anteriores estuvimos mandándola por correo. Segundo escalón superado.
- Al mismo tiempo todo aquel que aparecía en las instalaciones para recoger o entregar los paquetes, tanto si eran clientes habituales como si no lo eran, insistíamos una y otra vez en el problema que tendríamos en pocos días. Tercer escalón superado.
- Desde mi retiro hambruna, organicé la noticia para mi community manager, para que durante esos días pusiera la noticia tanto en las redes sociales como en nuestra web de empresa. Cuarto escalón superado.
- Se hizo correos para los departamentos de informática, control de calidad, atención al cliente, etc., informando de nuestra situación y para que publicaran en la intranet interna el problema que estábamos teniendo, además de informar los nuevos teléfonos, e indicar que los correos estaban perfectamente operativos. Quinto escalón superado.
- Según se acerca el día fatídico, se nos informa que no sólo el jueves vamos a tener impedimento de pasar a nuestras instalaciones, sino que además el sábado tampoco lo podríamos hacer (viernes es festivo). Con esta desagradable noticia, tenemos que mandar un correo pidiendo que se nos hiciera el favor de guardar nuestra mercancía el sábado en la plataforma de madrid y nosotros sólo recoger las entregas en sábado. Plataforma acepta nuestra petición. Sexto escalón superado.
- El día anterior tuvimos que estar pendientes de todas aquellas entregas en delegación que vinieran para el jueves, y a través de llamadas de teléfono, whatssap, mensajes y correos, avisar de que no se podría entrar en las instalaciones. Séptimo escalón superado.
- El día del traslado se tuvo que transportar todos los paquetes retenidos, incidencias, entregas en delegación que llegaron para ese día, además de todo el material necesario. Octavo escalón superado.
- Tuvimos que hacer pequeños carteles para pegar en la entrada, donde se estaba haciendo las obras, informando de donde nos encontrábamos. Noveno escalón superado.
Podría seguir con más temas y escalones, pero creo que no se es consciente de lo que ha supuesto estos movimientos para nuestro desarrollo laboral y las posibles pérdidas de negocio que ha podido producir, porque si alguien ha llamado o fue en persona para pedir información o para hacerse cliente, se encontró que no le pudimos atender porque no estábamos.
Todos son grandes profesionales y, cuando hay un problema, se nota especialmente quiénes son las personas válidas.
Y si a todo esto añadimos la angustia y la preocupación de que todo saliera bien, no hay dinero suficiente para relajar estos momentos. Y tengo que añadir que puntualmente además mi personal me estaba informando segundo a segundo casi, para quitarme nervios y conseguir que me relajara en el exilio, pero era difícil que se consiguiera. Pero al final, tras mucho trabajo, salió todo perfecto, porque la maquinaria es invencible y todos son grandes profesionales que cuando hay un problema se nota dónde están las personas válidas. Para no enrollarme más, que soy consciente que soy cansina, ahora toca los agradecimientos.
- Primero a los clientes, abonados y no abonados, que han comprendido la situación tan difícil que estábamos viviendo y se comportaron tan bien, igual o más de lo que normalmente son, porque los clientes de Liberación 2000/Nacex son grandes, muy grandes. Gracias, muchas gracias.
- Segundo a mi personal, grande, grande, grande. Estuvieron a la altura de las circunstancias y sacaron la mejor nota posible, un 10. No sólo sacaron el toro que llevan dentro (homenaje a las fiestas de Sanse), sino el león, el tigre, etc., etc., las fieras que son y además con una gran sonrisa. Gracias, muchas gracias.
- También gracias a ti, Yolanda, la community manager, que también estuviste al quite perfectamente, sólo te di dos líneas y tú la ampliaste durante todos esos días con una gran maestría. Gracias, muchas gracias.
- Y por último, pero no menos importante, a todos los departamentos involucrados de Nacex que pusieron todo de su parte para que todo saliera bien, con todo el apoyo que desde la distancia te pueden dar. Y más cercano todavía, a mí querida Plataforma, que siempre que tengo un problema ahí está para apoyarme. Gracias, muchas gracias.
Y colorín colorado este cuento se ha acabado. Sólo añadir, que a partir del jueves seguí con mis vacaciones anti-estrés y con más hambre que el perro de un ciego. Y en otra entrada hablare del resto de mi estancia en balinearum que también tiene su historia.